¿Qué haría yo si volviese a ser un extensionista?

Polan Lacki
Cuando cumplí 40 años de ejercicio como ingeniero agrónomo extensionista he decidido celebrarlo con la siguiente reflexión: qué haría yo, si después de cuatro décadas, tuviese que empezar todo, otra vez. Si ello ocurriese yo no le echaría a los demás la culpa por los problemas de los agricultores, no pediría que los demás solucionen sus problemas, no solicitaría que los gobiernos otorguen más créditos o subsidios a nuestros productores rurales, tampoco reivindicaría que los países ricos dejasen de concederlos a sus privilegiados agricultores. Adoptaría tal actitud por estar convencido de que, seguir haciendo estos planteamientos estériles significaría perder tiempo; y por entender que existen cosas muchísimo más constructivas que un extensionista puede y debe hacer. En reemplazo a todo lo anterior yo trataría de desarrollar las capacidades y competencias de las familias rurales para que ellas mismas puedan resolver sus problemas, sin necesitar de ayudas externas. Con tal fin haría algo tan sencillo como lo siguiente:
1) Invitaría a los agricultores a un diálogo franco y realista en el cual les diría, sin rodeos ni medias palabras, lo siguiente: no pierdan tiempo esperando que los gobiernos, actuales o futuros, vayan a solucionar sus problemas, pues tal posibilidad es extremamente remota; no necesariamente porque los gobernantes no quieran, sino porque no reúnen – y no reunirán en un futuro previsible – las condiciones políticas, operativas ni financieras para hacerlo. En virtud de la crónica inoperancia e ineficiencia gubernamental les propondría que adopten la medida radical de emanciparse de la dependencia del paternalismo estatal.
2) A efectos de demostrarles que ellos pueden disminuir su dependencia de ayudas externas y que ellos mismos pueden solucionar sus problemas, les diría lo siguiente:
a) que, sin quererlo y sin darse cuenta, ellos mismos cometen errores que son importantes causadores de sus problemas y que, como consecuencia, ellos mismos pueden y deben evitarlos o corregirlos; les diría cuáles son esos errores y cómo corregirlos.
b) que las ayudas del paternalismo estatal no son tan imprescindibles como suele afirmarse; para confirmarlo les describiría varias alternativas tecnológicas, gerenciales y organizativas, que ellos podrían adoptar, sin necesidad de contar con decisiones políticas ni de recursos adicionales a los que ellos ya poseen.
3)Les advertiría que, en el marco del neoliberalismo y de la globalización, ellos sólo podrán sobrevivir como agricultores si son muy eficientes; pero les añadiría que necesitan ser eficientes no sólo en la producción como tal, sino también en la administración de sus fincas, en el acceso a los insumos y en la comercialización de sus excedentes. Les diría que los agricultores parcialmente eficientes o ineficientes, desafortunadamente, serán expulsados de la actividad agrícola. Sin embargo, con el fin de que todos los agricultores, inclusive los más pobres, puedan volverse más eficientes, les recomendaría iniciar dicha "eficientización", adoptando medidas sencillas y de bajo costo. Les demostraría que, en una primera etapa de tecnificación, ellos pueden volverse más eficientes, aunque no cuenten con animales de alto potencial genético, maquinaria sofisticada ni tecnologías de punta, pues en dicha etapa, estos factores escasos y de alto costo, suelen ser prescindibles. Para demostrarles dicha “prescindibilidad”, les describiría varios ejemplos de medidas que, aún siendo de bajo o cero costo, son muy eficaces en el incremento de la productividad de la agricultura y de la ganadería; ídem en la reducción de los costos por kilogramo producido; ídem en la obtención de mejores precios en la comercialización.
4) Los dejaría conscientes de que en el mundo moderno el éxito económico de los agricultores depende, muchísimo más, de conocimientos adecuados que de recursos abundantes. Por esta razón les sugeriría que no pierdan su tiempo protestando en frente al Banco Central, al Banco Rural o al Ministerio de Hacienda, por la sencilla razón de que no es allá donde están las verdaderas causas de sus problemas. Les propondría que hagan sus protestas frente a nuestro disfuncional sistema de educación rural (escuelas fundamentales rurales, escuelas agrotécnicas, facultades de ciencias agrarias y servicios de extensión rural), porque es allá donde están las causas más profundas del subdesarrollo rural y consecuentemente allá deberán ser eliminadas. Les sugeriría que se organicen, no para mendigar migajas de créditos paternalistas, sino para exigir que estas cuatro instituciones educativas proporcionen, a los extensionistas y a las familias rurales, conocimientos útiles, aplicables y eficaces en la corrección de las ineficiencias y por ende en la solución de los problemas de los agricultores y de la agricultura. Les insinuaría que den menos oídos a los políticos elocuentes y más oídos a los extensionistas competentes y a los agricultores más eficientes.
5) A efectos de estimularlos hacia un desarrollo más auto dependiente, les enseñaría cómo efectuar los llamados diagnósticos constructivos o pro-activos, es decir aquellos diagnósticos que buscan identificar las potencialidades y oportunidades de desarrollo existentes en sus fincas y comunidades; ídem las causas generadoras de sus problemas que puedan ser eliminadas por los propios agricultores; ídem los problemas que puedan ser resueltos por ellos mismos. Les recomendaría que eviten la mala costumbre de realizar aquellos diagnósticos "paralizantes" que enfatizan las restricciones y amenazas, las causas de sus problemas que ellos no puedan eliminar y los problemas que ellos no pueden solucionar. Justificaría lo anterior diciéndoles que estos diagnósticos paralizantes:
i) son inocuos e inútiles porque conducen a "soluciones" que los agricultores sencillamente no pueden adoptar y;
ii) sólo sirven para quienes buscan tener buenas excusas para no asumir como propia la solución de sus problemas.
6) Iniciaría el proceso de modernización de la agricultura utilizando plena y racionalmente los recursos que los productores ya poseen. Es decir, empezaría por incrementar el rendimiento y la productividad de los recursos disponibles, antes de reivindicar que el Estado les proporcione una mayor cantidad de factores de producción. Les indicaría que, como regla general, es más conveniente incrementar el rendimiento de una vaca o de una hectárea de tierra que aumentar la cantidad de vacas o de hectáreas. Les diría que sus animales suelen producir poca carne, leche o lana, no necesariamente por falta de animales de alto potencial genético o de tecnologías de punta, sino porque están hambrientos; y les demostraría que los alimentos necesarios para incrementar drásticamente los rendimientos de la ganadería pueden ser generados en sus propias fincas, a través del mejoramiento de las pasturas y de la auto producción de raciones balanceadas. Les añadiría que si sus vacas producen 4L de leche al día y un ternero a cada 22 meses o si sus hectáreas de tierra rinden 3.300Kgs de maíz, 2.090Kgs de trigo, 3.200kgs de arroz, 712Kgs de frijoles/porotos o 60Kgs de carne al año (estos son los rendimientos promedio de la agricultura latinoamericana), no les faltan vacas ni hectáreas, créditos ni subsidios, maquinaria ni instalaciones sofisticadas; les faltan conocimientos, muchas veces elementales, para que ellos sepan aplicar, de manera correcta, tecnologías acordes a los recursos que ellos ya disponen.
7) Les sugeriría que, a efectos de volverse menos dependientes de ayudas externas, adopten un desarrollo más endógeno que exógeno; un desarrollo que avance progresivamente desde adentro hacia afuera, desde abajo hacia arriba, desde lo más sencillo y de bajo costo hacia lo más complejo y de alto costo. Les recomendaría que los factores de modernización más caros y escasos sean un complemento en la introducción de innovaciones tecnológicas, y no un condicionante para empezarla; o que su falta no sea una excusa para no iniciarla. Les demostraría que a través de esta “gradualidad”, el más pobre de los agricultores puede empezar a solucionar, paulatinamente, sus problemas, sin necesidad de contar con decisiones políticas, créditos, insumos de alto rendimiento e inversiones de alto costo; porque a través de tal estrategia, la primera etapa de tecnificación permite generar los recursos necesarios para financiar la segunda etapa, y así sucesivamente. Les indicaría que esta gradualidad contribuye a romper la inercia de los agricultores más conservadores, porque elimina el seudo motivo (falta de ayuda gubernamental) que supuestamente les "impide" asumir como suya la tarea de corregir sus ineficiencias y solucionar sus problemas. Les demostraría que, en muchos casos, los "motivos" que ellos creen que les "impiden" desarrollarse, son más ficticios que reales.
8) Les recomendaría que saquen provecho de las extraordinarias ventajas de diversificar la producción agrícola e integrarla con la producción pecuaria también diversificada, de modo que exista una especie de simbiosis, sinergia y complementación entre ambas. Les diría que una finca adecuadamente diversificada puede desempeñar el papel de "supermercado", de "banco de crédito rural", de "compañía de seguros" y de "agencia de empleos"; porque ella genera alimentos para la familia y para los animales, ingresos, insumos y ocupación productiva para todos los miembros de la familia durante todos los 365 días del año. Les diría que la diversificación es la mejor "vacuna" contra la dependencia del paternalismo estatal y contra las incertidumbres y vulnerabilidades de clima, de mercado, de plagas y de enfermedades. Les advertiría que el monocultivo los vuelve, excesiva e innecesariamente, dependientes del crédito rural, porque suele proporcionarles apenas una o dos cosechas (e ingresos) al año, mientras que sus gastos, productivos y familiares, ocurren durante todos los 365 días del año. Les insinuaría que si el crédito rural fuese tan eficaz como suele afirmarse, no tendríamos tantos agricultores tan endeudados. A los productores que disponen de una superficie de tierra muy limitada los capacitaría para que puedan reemplazar los cultivos de baja densidad económica (maíz, arroz, porotos/frijoles, trigo, camote, yuca, etc.) por otros más sofisticados y de mayor densidad económica (frutas, espárragos, flores, plantas aromáticas, medicinales y ornamentales, plantones de frutales, miel, etc.) que les permitan obtener altos ingresos en pequeñas superficies.
9) Estimularía la progresiva formación de grupos asociativos para facilitar y hacer factible la solución de aquellos problemas que ellos no pueden, o no les conviene, solucionar en forma individual, como por ejemplo: las inversiones de mayor costo y la reducción de los eslabones de las cadenas de intermediación de insumos y de productos. Les sugeriría que no sigan cometiendo el siguiente "suicidio económico" que está tan generalizado en nuestra empobrecida agricultura:
i) vender los ingredientes de las raciones balanceadas que ellos producen en sus fincas, al primer eslabón de la cadena de intermediación, con cero valor agregado, y… algunas semanas después ii) adquirir las raciones, que fueron fabricadas con los ingredientes producidos en sus propias fincas, con alto valor agregado, del último eslabón de intermediación. Les diría que si siguen practicando este individualismo autodestructivo serán cada vez más vulnerables a la acción de expropiación de las multinacionales y de los intermediarios; y que seguirán, innecesariamente, pagando los fletes, los impuestos y los peajes para transportar las materias primas desde sus fincas hasta las fábricas de raciones y desde éstas hasta sus fincas de origen; todo ello pago con el sudor, el individualismo y la ingenuidad de los agricultores. En resumen, les sugeriría que no vendan maíz, sorgo, alfalfa, soya, etc.; y si que transformen estas "commodities" en proteínas animales y estas, a su vez, en derivados de leche y carne con valor agregado.

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